El flan es un plato que seduce tanto a los más pequeños como a los mayores. Uno de esos postres que no necesitan ni presentación. Basta con decir su nombre para que te venga a la cabeza la cocina de las madres y abuelas, la sobremesa del domingo o ese olor que salía del horno cuando eras chico. Sí, el flan. El de toda la vida. El que sigue apareciendo en los menús, en la mesa familiares, y hasta en las cocinas más modernas que se animan a darle una vuelta.
El flan es simple, sí. Pero tiene algo especial. No necesita demasiado para brillar. Y, cuando se lo propone, puede hasta ponerse elegante. Hoy, en el Mercado de Chamartín, nos dieron ganas de homenajearlo como se merece.
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Un postre con más historia de lo que crees
Nuestro protagonista ha traspasado mesas y manteles hasta acomodarse en algunas expresiones populares. Quién no ha utilizado alguna vez la frase. “Estoy hecho un flan”, toda una declaración de nerviosismo que recuerda al temblequeo del flan al emplatarlo.

Aunque para muchos el flan es “cosa de abuela”, la verdad es que tiene más años de lo que imaginas. En la antigua Roma ya hacían algo parecido: una mezcla de huevos, leche y miel que cuajaban al calor. Lo llamaban tyropatina y lo servían en banquetes importantes. Era todo un lujo.
Con el paso del tiempo, la receta fue viajando por Europa. En la Edad Media, la miel fue dando paso al azúcar, y ya en España, el flan de huevo se hizo un clásico absoluto. En cada casa, en cada pueblo, alguien tenía su propia versión.
La expansión española por el Nuevo Mundo propagó el flan. El postre cremoso se consolidó como uno de los más apreciados en las mesas de América Latina y el Caribe. Y siglos después de la llegada de los conquistadores, el flan sigue siendo el postre dulce más común para servir al final de una comida festiva.

En Filipinas hacen leche flan, súper denso y cargado de yemas. Todo un patrimonio popular arraigado en el archipiélago filipino, fruto de la herencia de la cocina española.
Los japoneses tienen su versión, purin, que es más suave y gelatinosa. Y sí, también es deliciosa.
Para todos los gustos: tipos de flan
El flan clásico, el de huevo con caramelo, sigue siendo el rey. Pero hay muchas otras formas de hacerlo, y todas tienen su encanto:
- En España: Tenemos joyitas como el flan de turrón (un clásico de la Navidad), o versiones con canela, cítricos o anís.
- De coco: Con leche de coco. Dulce, suave, con un aire tropical. Muy popular en el Caribe.
- De queso: Casi como un cheesecake, pero con la textura de flan. Una delicia.
- De café: Si te gusta el café, este maridaje con caramelo es adictivo.
- Napolitano: Típico en México. Lleva leche condensada, evaporada y queso crema. Una bomba (en el buen sentido).

Cuando el flan se pone moderno
Aunque todos asociamos, con razón el flan a la repostería de la cocina tradicional, hay chefs que lo han llevado a otro nivel:
Dabiz Muñoz lo reinterpreta con sabores como matcha o caramelo de soja.
Entre tanto, Jordi Roca juega con texturas: flanes que estallan en la boca como pequeñas esferas líquidas.
Albert Adrià se anima a hacer flanes casi flotantes, con técnicas de cocina molecular.
Y también están los flanes salados. Sí, leíste bien. Hay quienes los hacen con queso azul, foie o hasta marisco. El flan, al final, es tan versátil como quieras.
La receta de flan casero que nunca falla

Si después de leer todo esto te dio antojo, vamos cno la receta clásica, la de siempre. La que nunca decepciona.
Ingredientes
- 500 ml de leche entera
- 4 huevos
- 100 g de azúcar
- 1 cdta de vainilla (opcional, pero suma muchísimo)
- Para el caramelo: 100 g de azúcar + 3 cdas de agua
Elaboración
En un cazo pones el azúcar y el agua. Fuego medio. No mezcles con cuchara, solo muévelo un poco. Cuando se vuelve dorado, lo vuelcas en el fondo del molde o flaneras.
Bate los huevos con el azúcar, añade la leche y la vainilla. Mezcla suave, sin hacer mucha espuma.
Vierte la mezcla sobre el caramelo (mejor si la pasas por colador).
Coloca el molde en una bandeja con agua caliente (baño maría) y al horno a 160 °C durante unos 45-50 minutos. Está listo cuando pinchas con un palillo y sale limpio.
Deja que se enfríe primero a temperatura ambiente y después en el frigorífico. Mínimo 4 horas (pero si lo comes al día siguiente, está aún mejor).
Para desmoldarlo sin que se rompa, con cuidado pasa la punta de un cuchillo de hoja fina por los bordes del molde. Coloca un plato o bandeja sobre la flanera. Dale la vuelta a la flanera y al plato al mismo tiempo y de forma rápida. Levanta lentamente para que vaya desmoldándose el flan sin romperse y … ¡voilà!
Está visto que pasan los años, cambian las modas, pero el flan sigue ahí. Firme, pero con su divertido temblequeo. Dulce. Imbatible. Puede ser tan simple como quieras o convertirse en un postre de autor. Lo importante es que sigue siendo eso que nos junta, que nos recuerda de dónde venimos, y que nos alegra cualquier comida.
